Nota sobre los compañeros carreros de La Plata, en Notas.org.ar

“Trabajar en carro no es delito”, refleja un pasacalle colgado de dos de los 23 carros que cortan calle 12, frente al municipio platense. Los cartoneros exigen no ser perseguidos por las protectoras ni la policía.

El barrio de carreros y cartoneros en Altos de San Lorenzo, ciudad de La Plata, está sumido en un humo nítido que sale de una montaña de basura, posiblemente porque alguien comenzó a quemarla o quizás sólo fue el sol. En el ingreso al barrio hay una ronda de personas que despide risas y palabras en un volumen fuerte. Son los cartoneros que están en asamblea. Hacen un balance de las medidas de fuerza que se tomaron la semana anterior frente a la Municipalidad y proyectan otros métodos para conseguir su objetivo a corto plazo: las vacunas y la libreta sanitaria para los caballos.

Hora pico de la tarde y el sol impacta fuertemente sobre algunos residuos que se encuentran en la banquina de calle 90 entre las cuadras 13 y 18. A medida que una persona se aleja de la calle 13 y se arrima hacia 14, o 15, el sonido de la ciudad empieza a apagarse y se siente con más claridad el canto de los pájaros, el ladrido de los perros, algún que otro caballo relinchar y los gritos al viento de algunos niños y niñas que corren arriba de una escoba que simula ser un caballo. Al pasar la tercera casa de la cuadra se escucha de fondo una canción de Meta Guacha, Alma Blanca, y un pibe cantando al compás: soy de los que van a pedirle a la virgen / de los que caminan a la catedral / soy de los que van a rogar que no falte / en mi casa nunca un pedazo de pan.

Más adelante, una cancha de fútbol se visualiza al costado de la calle donde un grupo de pibes patea una pelota media desinflada, como si fuera el último partido de sus vidas. “Devolvé Manuel, no seas comilón”, le grita un pibe a su compañerito. Armaron un tres contra tres, toda la cancha, mientras un caballo hacía de espectador en la línea de cal. Sólo falta que relinche y cobre falta.

Los caballos son los vehículos que permiten a los vecinos trabajar, por eso hay tantos en el barrio, bien cuidados y alimentados. Nélida, de 68 años y madre de Mario, carrero de tradición, es una apasionada de los caballos y del campo. Su marido, Félix, cuidaba a su caballo como a nadie. “No le gustaba que le falte ni una herradura, ni que le den con un látigo”, expresa Nélida. Según ella, “el caballo te da de comer y le tenés que dar de comer”.

En la entrada del barrio viven Federico y Paola, dos jóvenes que trabajan a la par para acercar el pan a la casa. Al lado realizan las reuniones con los carreros encolumnados en la Federación Argentina de Cartoneros y Recicladores (FACyR). Una de las diferencias –de tantas existentes y habituales- entre la vivienda de una familia tipo, que vive en el centro, llega a fin de mes y puede disfrutar de los gustos que ofrece el consumo, y una familia carrera, es que en sus cocheras, la primera posiblemente guarde un automóvil, mientras que la segunda guarda su carro, ese vehículo que le permite transitar el asfalto urbano en busca del material que le da dinero.

“Si a mí me traes este auto [por el volkswagen negro con vidrios polarizados estacionado en la entrada al barrio], todo lindo, pero yo al caballo no te lo cambio por nada”, dice Mario, quien heredó de su padre el trabajo en carro.

En la asamblea discuten sobre la respuesta del municipio como resultado del corte: el lunes 16 deberían entregarles las vacunas y libretas selladas. “El 16 cuando vayamos por la vacuna y la libreta, queremos que nos den un papel para poder trabajar en el centro. Porque si no enseguida te llaman al patrullero”, se queja María, vecina del barrio y cartonera desde el año 1994.

Mario y María son pareja. Se conocieron en 1994 en el barrio y se fueron a vivir juntos. A cuatro cuadras del lugar de reunión viven con la hija de María. En el patio trasero guardan a la “Peti”, la yegua que compraron hace poco más de un año para poder salir a trabajar. “Cuando la compré no sabés como estaba, toda flaca y enferma. Ahora mirá, está hermosa y gorda”, dice Mario entre risas de alegría.

Trabajar en carro, ¿es delito?

Los carreros conviven día a día con el riesgo. Están bajo la lupa de una ordenanza municipal (la N° 7280), que prohíbe desde el año 1969 la circulación de vehículos a tracción animal en toda la planta urbana de la Ciudad. Es decir, que si ya había personas que no tenían la posibilidad de vivir en la zona urbana, tampoco se les permite trabajar en ella con el reciclado de materiales. A la exclusión, más exclusión. La única posibilidad que queda, es la de trabajar con el carro de tiro.

El caso de los carreros y cartoneros de Altos de San Lorenzo es particular, porque atraviesan las barreras de la prohibición impuestas por la ordenanza y cumplen con la Ley Nacional 14.346 de Protección Animal, mejor conocida como Ley Sarmiento, que reprime a la persona que somete a malos tratos a los animales, no los alimenta en cantidad y calidad, o los hace trabajar en jornadas excesivas.

Los vecinos del barrio realizan jornadas de vacunación y desparasitación junto a estudiantes de la Facultad de Ciencias Veterinarias, para mantener la salud de los caballos y no ser perseguidos por las Sociedades Protectoras de Animales ni por la policía. “Nosotros estamos en contra del maltrato animal, no queremos que nos saquen los caballos ni los materiales, por eso trabajamos de conjunto con la facultad de Veterinarias”, explica Rodrigo, integrante del Movimiento de Trabajadores Excluídos (MTE) de la Plata, y agrega que en la primer marcha fueron ocho carros y en la tercera 23, lo cual destaca como positivo debido al poco tiempo de organización que lleva la FACyR en la ciudad.

“La idea nuestra es que nos dejen en paz, se dejen de joder, queremos trabajar tranquilos y que no nos persigan”, explica María mientras pita el tercer cigarrillo de la tarde. Alcira, integrante del MTE La Plata explica que esta es una problemática que nadie se está haciendo cargo. “Vamos a tener que movilizar por muchas cosas más, no solamente hasta que nos den las vacunas, porque igual nos van a seguir persiguiendo más allá de eso”, agrega.

Son las siete de la tarde y Mario sale a trabajar, para volver a las diez, como todos los días. “Hay que luchar, eso es lo que yo le digo a los chicos. Somos una banda de carros, y yo no voy a dar la cara sólo por mi carro. Voy a dar la cara por los carros de los demás”, remata.

Marcos Lede Mendoza – @pichulede1